Plutón
Hay cosas que uno aprendió de niño y que nunca deberían dejar de ser tal y como se aprendieron para que todo continúe como siempre fue. Por ejemplo, imagínese que un día se acerca su madre y le dice que en realidad, su padre no es su padre. Imagínese que usted actúa con una naturalidad antinatural y como si nada, se dirige al registro civil más cercano y solicita que borren a su padre de la lista de padres.
Imagínese que se levanta un día y al acercarse al espejo comprueba que, si bien se había considerado toda la vida un hombre de pelo en pecho, en realidad usted es una mujer. Imagínese que en vez de enfadarse con tan cruel broma de la vida, decide ir al ropero de su señora a probarse una camisa que realce la nueva forma de sus pechos.
Imagínese ahora, o mejor aún, compruebe en cualquier diario, que la comunidad científica ha decidido que Plutón ya no es un planeta. Imagínese que con la misma naturalidad con la que se abrocha los botones de su camisa, cierra usted el diario, se acaba el café, descarta a Plutón de la lista de los planetas que tanto le costó aprender en el colegio, y se marcha a la oficina o a donde el deber le obligue, como si nada en este mundo hubiese cambiado.
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