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Palabrita de escritor.

Políticum

Políticum

Me comentaba un amigo el otro día que a él la política le interesa un pimiento de Padrón, que le importa un carajo.
Entonces yo, como persona ociosa que soy, me he tirado estos días elucubrando sobre el tema, y créanme si les digo que he llegado a alguna que otra conclusión. La primera y más importante es que mi amigo es un poco imbécil, pues no se ha dado cuenta que la política lo es todo, es el despertar, es trabajar, es cobrar... Porque la política lo es todo y nos sirve para todo. Pongamos por ejemplo, ese deporte que hace años pasó a ser más español que los toros; el fútbol.

En el fútbol la política marca las medidas de seguridad de los estadios, reurbaniza el suelo en el que se construyen, sube los precios de las entradas con los impuestos, nacionaliza a jugadores extranjeros, y así un largo etcétera que llegaría hasta las medidas de higiene de los deportistas. Vamos, que decir que a uno no le interesa la política es tan estúpido como el que afirma que el aire le engorda.

Y eso es así porque la política es cultura, y lo es por varias razones de las que enumeraré unas cuantas. Cultura es la filosofía, y en el congreso se filosofa y mucho, lo mismo que la dialéctica de la que en ocasiones los diputados carecen. Cultura es la historia y en la política siempre ha estado muy presente. Cultura es el teatro y díganme si son poco teatreros los políticos. Así que la política no sólo es cultura sino que es una amalgama de culturas, un enramado cultural de espeso follaje. Por lo tanto, el desinterés por la política es simple y llana incultura.

Seamos entonces sinceros y digamos abiertamente que quienes en realidad no nos interesan son los políticos. Díganlo así, que yo me abstendré de afirmar categóricamente esa alegre insensatez.

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